Kunta Kinte siempre conmigo. Mi historia desde la Raices. José Antonio Rasta

 

Kunta Kinte siempre conmigo. Mi historia desde la novela Raices.

José Antonio Rasta

Estoy leyendo la novela Roots de Alex Haley en castellano. Crecí en España y la historia me impactó muchísimo cuando era niño. Según Wikipedia, RTVE la emitió entre 1972 y 1982. Coincide con los recuerdos de mí mismo en la época, un niño en una edad muy sensible de menos de 10 años. Todos teníamos ese libro: La cabaña del tío Tom, ya que por entonces los bancos regalaban libros para seducirnos como clientes. Después de ver la serie, leí, entendí, disfruté y sufrí, desde la primera parte africana preciosa, a la terrible llegada del toubob y su masacre. Me atrapó la historia. Como ahora me reconozco como una persona bastante sensible, me imagino que aquel niño que yo era, también lo fué. Recientemente me propuse volver a leerlo por que intuía lecciones para mí. En seguida me di cuenta de que podía acompañar la lectura escuchando música, y lo que encontré adecuado para sumergirme fueron playlist de Blues de Mali. Recientemente, amigos músicos guineanos me enseñaron: El blues, viene de Mali, Congo, Guinea…

Sólo llevo un tercio del libro, donde he vuelto a vivir cómo Kunta, de 8 lluvias va creciendo hasta las 15, la llegada de los toubob, el odio al slatee. Fulah, wolof, mandinkas y otras tribus, sintiéndose juntas, unidas en un odio hacia el toubob que sólo puedo entender y compartir. Por que yo no soy toubob. La parte africana del libro es muy bonita, sumergiéndome entre Gambia y Senegal hacia 1750. En esta segunda lectura, me estoy dando cuenta con 50 años, de que aquel empatizar con lo que le pasó a Kunta Kinte, me ha acompañado en mi construcción como persona y como músico. Yo también fui acumulando lluvias, llegué a la adolescencia sin rituales de paso, que sirvieran para formarme y guiarme en responsabilidades y mi construcción como hombre. Mi padre era dj, en algunas sesiones de tarde, en ocasiones puntuales, estuve obligado a estar allí con él. Eran años de funk, Santana, Beatles, Rolling Stones… y los momentos que con más claridad recuerdo eran cuando ponía Bob Marley and The Wailers. Algo mágico pasaba en la pista de baile que me atrapó para siempre. ¿Porqué se ha llenado la pista precisamente en ese momento? Era el momento en el que más unión en la pista de baile percibía aquel chaval que yo era. El rock formaba parte importante de mi entorno. Pude desarrollar hobbies y acerté cayendo en la música, y en concreto el bajo eléctrico. Pero no iba a durar mucho tiempo en el rock, mi vibración interior es diferente, mi manera de tocar el bajo, no cabía en el rock… y me salí buscando mi sitio expresiva y musicalmente hablando. Con alrededor de 20 lluvias intenté vivir de la música y no lo disfruté. Tenía que tocar música que no me gustaba y preferí buscarme fuentes de ingreso fuera de la música con la gran ventaja que esto me ha supuesto: ¡¡¡He podido tocar lo que he querido y con quien he querido y manejar mi desarrollo musical con libertad!!!

Los medios de comunicación siempre pervertidos eran menos perfectos que ahora, maquillando y ocultando situaciones injustas. Se les escapaban noticias sobre Palestina y Sudáfrica que me impactaban mucho emocionalmente. Los bailes y cantes en las protestas, la unión en una lucha justa aunque a pedradas, y finalmente la sangre en las calles me llevó a leer biografías de Nelson Mandela, Martir Luther King, Malcolm X y Gandhi. Hoy lo veo claro, Kunta me llevó a ellos. Cuando empecé a tocar el bajo, desde las primeras notas, había sentir mediterráneo con sonoridades rumberas o aflamencadas y también cierto sentir africano. Es raro, yo no soy africano, así lo vivía yo. Muy a menudo me imaginé en África tocando, durante las miles de horas que vinieron después, ha sido habitual que las prácticas van acompañadas de ensoñaciones con lugares y personas, ahí, en ese espacio íntimo, ha habido mucha África. Entonces apareció el álbum Graceland de Paul Simon. Era de lo más africano que yo había oído. Y a ese adolescente le explotó la cabeza y estaba encontrando su camino de expresividad. Influyó su manera de tocar el bajo constantemente y hasta ahora. Con alrededor de 30 lluvias, conocí a Kwame con su talento musical y un sentir musical visceral que me resultan familiares, como cercanos a la vez que me fascinaban antes y ahora.. ¿Quizá Kunta me llevó a él? Las casualidades no existen, dicen. Él está siendo un maestro para muchos músicos en Barcelona. Alguien tan grande que la plaza Cataluña aquí en Barcelona, algún día tendría que llamarse Plaza de John Kwame en honor a su talento, generosidad, amor por la música y ser un embajador del buen hacer y sentir con el que cuentan los músicos africanos que he conocido aquí. Yo sólo soy uno más de los músicos que conectamos con esa intensidad en el sentir musical. Desde el cariño y mi humilde punto de vista, creo que Kwame lo que necesita es hacer música y que suene como si sus acompañantes fuésemos africanos, aunque de lo que se trata es de que tenemos que aprender como africanos, y eso es desde el sentir. Debo decir que junto al sentir hay mucho coeficiente musical en africanos y afrodescendientes y te podría dar muchos miles de ejemplos. Si eres de este planeta, sabes de lo que hablo, y si no te has dado cuenta, quizá tus canales de sentir no están suficientemente abiertos. Aunque musicalmente todo se aprende, la magia sólo aparece cuando se hace desde un sentir visceral. En mi intimidad musical, reconozco cierto grado de ese sentir intenso que veo en la música, ritmos, motivos y patrones que estoy etiquetando como africanos y he tenido el placer de tener cerca desde que Kunta me llevó a Kwame [Nkrumah]. Si lo que siento es cierto, es tremendamente más satisfactorio, a todos los niveles, tocar con músicos de sentimientos viscerales intensos y profundos, que hacerlo con músicos con grandes conocimientos, teorías o experiencias. 

En el pasado, de adulto cuando he viajado y he querido sentir un ambiente acogedor o familiar en alguna manera, he preguntado y preguntado hasta que finalmente he encontrado los lugares de relación, restaurantes, discotecas, clubs, desde el park de la ciutadella en Barcelona a las peluquerías africanas y restaurantes en París, El rincón de Hamel en La Habana, y otros que no recuerdo el nombre en Berlín y Amsterdam. En estas calles, sitios, lugares y espacios de relación de africanos y afrodescendientes disfruto de lo que pasa a mi alrededor sin otro interés más que el disfrute contemplativo y regalarme estar dentro de un ambiente así. La hermandad, los buenos saludos y sonrisas que veo, son un poco para mí también. También veo sufrimientos y malestares. Es extraño y… quizá Kunta me ha llevado allí. No lo se y sea como sea, en mis siguientes viajes lo seguiré haciendo, como si de un instinto se tratase. Aquí en Barcelona, cansado de esperar a que alguien lo hiciera y en pleno debate sobre la independencia, fundé con Kwame a la batería y otros músicos una banda de tributo a Bob Marley and The Wailers. Desde el respeto, el cariño y manteniendo la sonoridad y el mensaje.  Era hora de empezar a repartir esos mensajes. Ha sido muy bonito conocer a músicos muy talentosos y hoy en día mantengo colaboradores con estudio y enamorados de las mismas músicas que yo. Este artículo ha nacido en un grupo de Whatsapp en Barcelona alrededor de lo que se conoce como Black Music. No me parece que sea un momento de dar nombres ahora, pero sólo y también con otros compañeros de viaje, hacemos canciones para que se difundan mensajes como el videoclip de reggaeville con Bangaly en Before them y tantos otros que quedan por difundir. Como no puede ser de otra manera, un sentimiento arraigado de antifascismo me acompañará durante mi resto de lluvias. Hoy en día, mi sábado perfecto es tocar con músicos de cualquier parte del mundo, pero viscerales.