Nadie puede ignorar que entre los más ilustres exploradores,
figuran el papel destacado de los Misioneros, pues a la par de realizar su labor
evangelizadora por todo el orbe, han contribuido con sus trabajos al conocimiento
de desconocidas regiones. En estas líneas pretendemos dedicar un recuerdo a uno
de ellos, el Padre Fray Juan de Santiago, misionero español que
por circunstancias fortuitas estuvo en la isla de Annobón en el año 1649,
según los datos tomados de un curioso libro publicado a principios del siglo
XVI por su compañero en religión Fray Matheo de Anguiano (1649-1726). Pasó a África
el P. Juan de Santiago con la expedición de Padres Capuchinos,
integrada por cinco italianos y siete españoles que el 25 de Mayo de 1645
desembarcó en el puerto de Pinda, perteneciente en aquel entonces al llamado
Reino del Congo. Después de casi tres años de apostolado, de labor sin tregua,
las enfermedades y achaques contraídos en aquel clima, obligan a Fray Juan de
Santiago a regresar a España, lo cual realizó, vía América, en un navío de una
escuadra fletada por españoles que el 9 de Marzo de 1648, llevó a aquellas
latitudes del Congo, un nuevo grupo de religiosos de la misma Orden.
Esta segunda expedición, al igual que la anterior, estaba
formada por italianos y españoles, dándose la circunstancia que en lo sucesivo
no figuran españoles, pues por imposiciones políticas no sería admitido en el
Congo ningún misionero que fuera embarcado en Navíos de Castilla y por este
motivo durante 177 años desde 1658 a 1835 estuvo dicha Misión a cargo de
Capuchinos italianos.
El 13 de Abril de 1648 sale de Pinda, la referida escuadra
en la cual va Fray Juan, en dirección a «Calamar», para recoger
nativos y transportarlos a Cartagena de Indias lo cual tenían autorizado por el
Rey Felipe IV y de esta forma compensar los gastos del viaje ocasionados por
los misioneros. Desde sus comienzos resulta una azarosa travesía, a los cuatro
días muere el Capellán del Navío, religioso agustino irlandés, y
pasa a ocupar su puesto Fray Juan de Santiago, por lo cual no disfruta de un
bien ganado reposo, pues continúa su labor de apostolado entre los tripulantes
y nativos recogidos en la Costa; «catequizó y bautizó dentro del Navío más de
200 negritos» e incluso convierte a un nativo hereje calvinista criado en Ámsterdam
y que recogieron con dos navíos holandeses, cerca de la isla de Príncipe.
Pasan en el Golfo de Guinea cerca de ocho meses y la falta
de víveres y las averías de la escuadra, obligan a arribar en la isla de «Annobon» fondeando en la misma el 2 de Febrero de 1649, el día
de la Purificación de N. Señora. Baja a tierra Fray Juan, reconoce brevemente
la Isla que era propiedad de un hidalgo de Lisboa que hacía las veces de
Gobernador, y estaba habitada en aquel entonces por unas quinientas personas, todos
eran negros y hablaban el portugués. Según él, apenas pisó en tierra, salió la
gente a recibirle y puestos todos de rodillas, le pidieron la bendición, y le pidieron
adorar el Santo crucifijo que llevaba en el pecho. Durante los dos días que
permaneció en Annobón ejerció su misión, pues según le informaron hacía muchos
años que carecían de sacerdote; desde que los holandeses se habían apoderado de
la Isla de Santo Tomé. «Les dijo que, ninguno se excusase de llegar a sus pies,
pues a todas horas, de día y de noche le hallarían en la Iglesia para oír de
penitencia y doctrinarlos».
Su labor tuvo abundantes frutos, pues bautizó a los párvulos
que eran más de 200, celebró setenta matrimonios y confesaron y comulgaron
todos los demás habitantes. Antes de su partida le socorrieron con cincuenta
gallinas y otras cosas comestibles.
Desde esta Isla continuó su viaje la escuadra y después de
una serie de adversidades logró el Padre Fray Juan de Santiago llegar a
Cartagena de Indias en donde una vez repuesto de sus achaques pasó a España en
Septiembre de 1649 y después de algunos años muere en la imperial ciudad de
Toledo.
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