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OYONO ALOGO LIBRÓ A GUINEA DE UNA ESTAFA

 ¿QUÉ HAY DETRÁS DE LOS ACONTECIMIENTOS DE MARZO DE 1969?

Jesús Alfonso Oyono Alogo

“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros, es como ser incesantemente niños.”


Texto: Esasom Mba Bikie 


Francisco Paesa

La leyenda del espía Francisco Paesa comienza a labrarse en 1968, a raíz de la independencia de Guinea Ecuatorial, el 12 de octubre, fecha que coincide con el día de la Hispanidad o, como les gustaba decir a los franquistas, día de la Raza. España pierde la colonia y pasa a manos de los guineanos liderado el nuevo país por Francisco Macías, un líder independentista.

Macías, nacido en 1924 en el distrito de Mongomo, en la parte continental de Río Muni, se convierte en el presidente de la república africana número 44. Lidera el partido Idea Popular de Guinea Ecuatorial (IPGE) de tendencia izquierdista, cuyo símbolo es un gallo. En la época colonial ha sido funcionario, concejal y miembro de la Asamblea General. Guinea, que pertenece a España desde 1778, pasó a ser, en 1959, provincia de ultramar y, en 1963, consiguió una autonomía administrativa interna.

La colonia en el año de la descolonización tenía un censo de 290.000 habitantes, aunque su población real alcanzaba los 400.000. La renta per cápita era de 300 dólares anuales y la producción de sus principales cultivos presentaba una balanza excelente: 34.000 toneladas de cacao, 8.000 de café y 360.000 de madera. (http://reparacionafricana.blogspot.com/2021/06/200-anos-de-crimenes-de-espana-en.html)

Ése es el escenario en el que se mueve el joven Paesa. Pronto entiende que, con el nuevo gobierno guineano, puede hacerse millonario y pone en marcha la constitución de un banco al que llama Banco del Sur. Por medio de su amigo Lorenzo Agudo, director de la Caja de Crédito para la Construcción, de quien ya ha percibido algún pequeño crédito, consigue una carta de presentación para las autoridades guineanas. En el documento se afirma que Paesa dispone en esa entidad crediticia, de un saldo de 30 millones de pesetas. Con ese aval bancario, el Banco Hispano Americano le abre una cuenta por la misma cantidad, con la condición de que le será transferida una vez que el gobierno español autorice la apertura del nuevo banco.

Con esos avales fantasmas, Paesa construye una red con la que atrapa a algunos empresarios españoles. Embauca a Vicente Lalmolda, un financiero español que está vinculado por medio de su mujer con la familia del millonario francés Aymar Achille-Fould. El empresario galo, además, es diputado del Partido para la Democracia Moderna de Jacques Duhamel, miembro del gobierno de Georges Pompidou, y tiene intereses económicos en África Occidental con la familia Rothschild.

Lalmolda pica en el anzuelo; entra de cabeza en el proyecto del Banco del Sur y arrastra tras él a la familia francesa. Para poner en marcha el proyecto, Paesa y sus socios constituyen en Madrid la sociedad Profinanco, con un capital social de 5 millones de pesetas. Esta Sociedad mercantil actúa como matriz de lo que va a ser un grupo de empresas.

José Antonio Novais junto a González

Seguidamente, Profinanco abre una oficina en el número 97 de la calle San Bernardo de Madrid, que está atendida por Alfonso García Jiménez, entonces casado con María Paesa, la hermana del espía. El 24 de octubre de 1968 Paesa firma un contrato con los españoles José Antonio Novais, Francisco González Armijo y Mariano Romero Robledo Robles para abrir en Guinea el Banco del Sur. Todos ellos están muy relacionados con el gobierno de Macías Nguéma. Novais es periodista y corresponsal en España del diario francés Le Monde y actúa como asesor del presidente guineano. Romero Robledo es un abogado catalán que representa a algunas firmas que quieren invertir en el nuevo estado. Armijo es un empresario ligado al abogado Antonio García Trevijano.

Trevijano es el asesor en materia de leyes de Macías. En aquellos días, prepara un texto para la Constitución guineana, entre otras leyes. El letrado constitucionalista, que desde el primer momento duda de las intenciones de Paesa, prefiere mantenerse alejado del proyecto. Decía que «caminar junto a la sombra de Paesa podía provocar que uno acabara en la sombra».

R. Mendizábal Allende

En noviembre de 1968, Paesa tiene ya montada su plataforma financiera y la lanzadera que lo transporta hasta los brazos de Macías. Pronto pasa a ocupar un lugar privilegiado entre los asesores del presidente guineano. El dirigente independentista está asesorado en esos momentos por Antonio García Trevijano; Félix Benítez de Lugo y Rafael de Mendizábal Allende, dos abogados del Estado aportados por España; el periodista José Novais, Armijo y Romero Robledo Robles.

Los tres últimos, junto con Paesa, abandonan el proyecto inicial del Banco del Sur y se centran en una misión más ambiciosa y productiva: la fundación del Banco Nacional de Guinea. El proyecto está recogido en los acuerdos que la metrópoli ha firmado con Guinea. Pero Paesa es más espabilado que los demás y se les adelanta vendiendo acciones del banco en Suiza e Inglaterra. El espía acaba de cumplir 32 años y ya empieza a tender sus puentes financieros con la ciudad (Ginebra) y el país (Suiza) de los bancos.

Madrid, con un Franco todavía pletórico y con un Carrero Blanco de delfín del régimen comienza a ver con preocupación las aventuras de Paesa y su gente. La metrópoli y algunas de sus más influyentes familias poseen intereses económicos en Guinea y no están dispuestas a permitir que un joven aventurero se enriquezca a costa de ellos.

El 22 de marzo de 1969, Paesa consigue que el gobierno guineano anuncie la puesta en marcha del Banco de Guinea del que es presidente. Lo inusual en una iniciativa pública como es ésta es que todo el proyecto se levanta sobre una entidad privada con un capital de 210 millones de pesetas y unas reservas de 700. Paesa consigue de las autoridades guineanas el sueño de todo estafador: una máquina de fabricar dinero. Porque, aunque el banco es privado, con su habilidad, Paesa ha logrado el permiso de emitir y acuñar moneda.

El abogado Trevijano, que defiende otros intereses económicos, no ve con buenos ojos el proyecto y actúa desde la sombra para acabar con el espía. Las relaciones del letrado con Macías son más estrechas que las de Paesa e intenta por todos los medios convencer al presidente de que el promotor del banco «es un gánster». El gobierno español también se opone a la aventura bancaria, porque no está incluida en el protocolo de la independencia.

La voz de alarma llega hasta la metrópoli. «¿Quién es ese chisgarabís llamado Paesa?», se preguntan en Madrid los jerifaltes del franquismo. La diplomacia española hace ver a los servicios secretos españoles que Paesa y su equipo están haciendo mucho daño al proceso de normalización de la colonia porque éstos continuamente aconsejan a Macías que no se fíe de las promesas de España. El espía y sus socios, aunque saben que se juegan el tipo, hacen de lobby contra Madrid. Su estrategia parece contundente: provocando el enfrentamiento se generará un sentimiento de autodefensa y el gobierno español jamás podrá parar sus pretensiones.

Antonio Garcia Trevijano

Con la anuencia del presidente Macías, Paesa propone la creación de un sistema bancario mixto, con capitales públicos y privados. El presidente guineano no se deja influenciar por los detractores de Paesa que, insistentemente, le alertan de que todo aquello es una farsa. Pero el presidente Macías firma un decreto antes de que suenen las últimas campanadas en la medianoche del 31 de diciembre de 1968. Así nace la Financiera Guineana de Desarrollo (Finguinea) con un capital de cien mil pesetas. Sorprendentemente, la sociedad encargada de la puesta en marcha del banco está constituida en la localidad madrileña de Guadarrama, en el número 22 de la calle Generalísimo. Las acciones están repartidas de la siguiente manera: 51 por ciento, Paesa; 10 por ciento, Novais; 10 por ciento, Romero Robledo y 29 por ciento, Armijo.

Lalmolda, uno de los socios iniciales, decide quedarse fuera del proyecto. Se resiste a depositar su parte una vez que se ha enterado por medio de Achille-Fould que Paesa es un embaucador. Lalmolda también decide dejar Profinanco y arrastra consigo en su salida a dos importantes financieros —Borkowsky y el príncipe de Metternich— que habían entrado en la sociedad en su paquete.

Las buenas artes del espía le llevan a conseguir el mejor edificio del centro de la capital guineana como sede del banco. Convence a Macías de que tiene que desplazarse a Ginebra para captar nuevos capitales; a la vuelta, le comunica que ha conseguido la inversión de tres millones de dólares por parte de un grupo financiero internacional. Para adornarlo, Paesa antes ha constituido en Ginebra la sociedad Overseas Internacional, que luego se dedicará al tráfico de armas.

Las familiaridades de Paesa con Macías provocan resquemor entre los mandatarios del régimen franquista, principalmente en Carrero Blanco. El vicepresidente del Gobierno encarga a los agentes del servicio secreto militar una investigación sobre Paesa, sus socios y la sociedad Profinanco. La tensión aumenta cuando Macías amenaza a Madrid con la apertura de un Banco Central si la metrópoli no financia el déficit del joven régimen guineano. Macías, con el asesoramiento de Paesa, insiste en que quiere un sistema monetario independiente. En los acuerdos firmados entre España y Guinea, el 22 de junio de 1968, sobre el proceso de independencia, se establecía que el gobierno español prestaría ayuda «para el establecimiento de un Banco de Emisión», así como la retirada de la peseta para la constitución de una nueva moneda.

Jesús Eworo Ndong Oyono junto a Fraga

Las presiones de García Trevijano motivan que algunos otros inversores iniciales se descuelguen del proyecto. Paesa se queda solo, secundado exclusivamente por Armijo y Romero Robledo, pero no tira la toalla. Todo lo contrario acelera sus negociaciones con el ministro de Justicia, Jesús Eworo Ndong Oyono (Evinayong). Este miembro del gobierno de Macías, de bolsillo frágil, firma un acuerdo sobre la constitución del banco. 

Jesús Eworo Ndong Oyono
El capital se fija en 210 millones de pesetas: 115 millones de Finguinea, 20 millones de Paesa a título personal, 12 millones de Armijo y 63 millones de la Oficina del Tesoro de Guinea Ecuatorial. Este organismo dispone de recursos suficientes para cubrir la inversión. El banco nombra a Paesa presidente del Consejo de Administración y a su amigo Armijo, director general. Definitivamente, el 4 de enero de 1969, la sociedad Guineabank se inscribe en el Registro Civil de Santa Isabel.

Román Boricó Toichoa en medio
Pero, llegado ese momento, Paesa culmina el plan secreto que llevaba maquinando desde hacía meses: provoca la dimisión de Armijo y él solo asume la inversión de los 210 millones de pesetas. El ministro de Trabajo guineano, Ramón Boricó Toichoa, en nombre de Hacienda, suscribe una parte del capital, que alcanza poco más de 52 millones. Paesa, dando muestras de ser un gran estratega, delimita el terreno de juego donde quiere que transcurra el partido: se hace con la presidencia del Consejo de Administración y de la Junta General, en su nombre y en el de la sociedad Finguinea, y nombra secretario del Consejo a quien entonces es su cuñado, Alfonso García Jiménez.

Román Boricó Toichoa
Los diarios oficialistas, Ébano y Poto Poto confirman en marzo de 1969 que el banco ha abierto sus puertas con un capital de 210 millones de pesetas y unas reservas de 700 millones. La inauguración del banco guineano se produce en medio de una crisis diplomática entre Guinea y la metrópoli. España envía varios barcos militares de transporte para evacuar de Guinea a sus ciudadanos. Macías pide que esa repatriación se haga bajo la supervisión de la ONU y de la Organización de Estados Africanos (OEA).

Pero pronto estalla el escándalo. El español Fernando Rodríguez López-Lammes, ex secretario del Gobierno Civil de Fernando Poo y consejero jurídico del entonces ministro del Interior guineano Ángel Masié Ntutumu Mangue, dice que es una barbaridad dejar la emisión de moneda y el control de divisas del país en manos de unos particulares (origen real de la Crisis de las banderas e el Intento de golpe de estado en Guinea Ecuatorial de 1969). Defiende que, en todo caso, Paesa debe antes depositar en las arcas del Banco Nacional al menos el 40 por ciento de su parte en oro. Como respuesta, Paesa acusa al funcionario español de espía de Carrero Blanco y Macías sólo tarda unas horas en expulsarlo del país. El ministro del Interior guineano, Ángel Masié Ntutumu Mangue intercede por su asesor pero las gestiones son insuficientes; es más, López-Lammes es arrestado en su domicilio a la espera de ser expulsado del país.

Ángel Masié Ntutumu

Es la gota que colma la paciencia de la metrópoli. El vicepresidente del Gobierno, el almirante Carrero Blanco, da las órdenes precisas para que los agentes militares españoles actúen de manera contundente. A comienzos de 1969, aprovechando la declaración del estado de excepción en España por orden de Franco, detienen en Madrid a Armijo y a Novais. Paesa, que se encuentra en ese momento en Madrid, elude el control y huye a Ginebra, ciudad que ya comienza a utilizar como cuartel general. El espía recibe un duro golpe, pero no se amilana. Bajo ningún concepto está dispuesto a renunciar al proyecto de su vida.

El 25 de marzo, el presidente guineano autoriza a Paesa a abrir las puertas del banco. Pero entre bambalinas, tiene lugar una sórdida pugna por el poder en Guinea. Hay mucho en juego. Todos prevén que quien gane ese pulso tendrá negocio para rato. García Trevijano tampoco está dispuesto a que lo desplacen y, mucho menos, a que se materialice la estafa. Encarga a unos detectives una investigación paralela en Madrid y éstos descubren que las oficinas centrales de las sociedades de Paesa están vacías. Por no haber, no hay ni máquinas de escribir ni material de oficina. En el domicilio de la calle Badalona, donde figura la sede social de Finguinea, vive una mujer francesa, según informan los detectives a García Trevijano. Se trata de Françoise Dubois, la esposa de Paesa, a la que ha abandonado con su hija y sin dinero. La joven trabaja en un banco, pero tiene inquietudes artísticas y en sus ratos libres organiza exposiciones para pintores amigos.

El 29 de marzo de 1969, la Guardia Civil arría la bandera española y organiza un desfile por Santa Isabel (la actual Malabo) hasta llegar a uno de los barcos de repatriación. Los técnicos de TVE, por su parte, entregan las llaves de sus instalaciones a las autoridades locales y se despiden del país. Finalmente, son evacuados 6.800 españoles con unos 500 vehículos. El 29 de abril, Guinea y España firman un acuerdo de cooperación para crear un Banco Nacional de Guinea que genere su propia moneda, ya que hasta entonces la ex colonia utiliza la peseta y su paridad internacional.

García Trevijano, tras cerciorarse de que todo es un montaje del hábil Paesa, convoca una reunión en Santa Isabel con los ministros Jesús Alfonso Oyono Alogo (Transporte), José Nsué Angue (Educación) y Ángel Masié (Interior) a fin de revelarles el resultado de sus investigaciones. La reunión provoca una reacción contraria a Paesa por parte de los miembros gubernamentales. Macías se ve desbordado por las quejas de sus ministros y exige a Paesa que deposite en metálico la parte que corresponde a su inversión. Pero, el espía, sin pestañear —ése es uno de los grandes atributos de los aventureros— les responde montando un escándalo de órdago, y se compromete a depositar en el banco un millón de dólares en oro. Una cantidad de dinero que no ha visto junta en su vida.


Da su palabra a Macías de que traerá el metal preciado desde Ginebra cuando esté instalada en la sede del banco una caja fuerte especial. Según Paesa, la caja se está fabricando en ese momento en Alemania. Paesa comete el error de comprometerse con el presidente a que el oro llegará a la capital guineana a lo largo de marzo de 1969.

Pero cuando se cumple el plazo, el aventurero se siente presionado e idea un plan brillante. Exige al gobierno guineano una fuerte escolta para el traslado desde el aeropuerto al banco de unos baúles herméticamente sellados en los que, supuestamente, se guarda el oro. El ministro de Transporte, Jesús Alfonso Oyono Alogo, a quien previamente ha alertado García Trevijano, se juega el tipo ante una de las decisiones más difíciles de su vida: coge un machete y asesta unos golpes secos en los cierres de los arcones. Ante la sorpresa de los asistentes, dentro sólo hay libros y papeles. Lo del oro es un cuento de Paesa, como la imagen de financiero que se había labrado.

El presidente Macías, enrabietado, ordena la detención del espía y su inmediata expulsión del país y le prohíbe de por vida su entrada en Guinea. El agente no se arriesga a comprobar los métodos expeditivos del presidente guineano, porque él ha sido uno de sus asesores, y huye a Camerún en una avioneta. Es la segunda vez que tienta a la suerte y se ve obligado a salir corriendo de un país. El destino final es Suiza.

Cuando se cumple el primer aniversario de la República, España concede un crédito en ayudas de 1.400 millones de pesetas. Seguidamente, se inaugura el nuevo Banco Central de la República de Guinea que comienza a acuñar la peseta guineana o ekuele. La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre española emite moneda guineana por valor de 500 millones con un coste cero, como obsequio. El proceso es supervisado por el Fondo Monetario Internacional.

Macías ordena que el Consejo de Ministros declare materia reservada toda la información sobre el caso del Banco de Guinea. España adopta la misma medida. La aventura de Paesa, por tanto, queda embargada para la opinión pública. Tras la pretendida estafa, García Trevijano convence a Macías para que elabore un nuevo estatuto del Banco Nacional. Éste ve la luz el 9 de diciembre de 1969. A partir de entonces, Madrid desembolsa la ayuda de 426 millones de pesetas reclamada por Macías.

Carrero Blanco

La aventura guineana no supone el final de Paesa. Paradójicamente, su osadía hace que los servicios secretos de Carrero Blanco valoren más su capacidad profesional. La tentativa de engaño al presidente Macías, un dirigente sin conexiones internacionales, en vez de conducirlo al ostracismo, sirve para que empiece a crearse una leyenda en torno a ese personaje misterioso. En el mundo del hampa ya comienzan a conocerlo como el Zorro. Cuenta con la ventaja de que el presidente guineano no tiene medios ni colaboradores para ajustarle las cuentas en su nuevo refugio ginebrino.

Su operación con el Banco de Guinea suscita curiosidad entre los mandos de los servicios secretos del ejército español. El espionaje siempre necesita el concurso de personajes de la catadura moral de Paesa para llevar a cabo operaciones escabrosas fuera de las fronteras. Y, además, si ese aventurero reside en Ginebra y tiene libertad de movimiento para desenvolverse por los círculos de la oposición española en el exilio, mejor que mejor. Al mismo tiempo puede ser muy útil para comprar armas de manera subrepticia en el mercado negro internacional y para mover capitales con destino a misiones secretas fuera de España.

Paesa dispone de todos los requisitos para entrar a formar parte del SECED, un nuevo servicio secreto que va a crearse en España. En el nuevo espionaje español, que proyecta el almirante Carrero Blanco, Paesa siempre tendrá un hueco. Finalmente, José Cortina, miembro de los servicios de información militares, contacta con él para captarlo como colaborador externo. El oficial dispone de toda la información sobre Paesa porque lo ha investigado exhaustivamente durante la aventura africana. La orden ha partido del mismísimo almirante Carrero Blanco, a quien ETA asesinaría en Madrid en diciembre de 1973.

Francisco Paesa
A raíz de ese magnicidio, los servicios secretos españoles desatan una lucha sin cuartel contra la banda terrorista. Crean el fantasmagórico Batallón Vasco Español (BVE) para cometer y reivindicar sus acciones de «guerra sucia» contra ETA en el sur de Francia. En esa época Paesa entabla amistad con Jesús Guimerá. El piloto de Iberia pertenece al SECED y, a su vez, es miembro cualificado del BVE, bajo las órdenes del capitán de fragata, Pedro el Marino. A Guimerá no le molesta reconocer su participación en el atentado que le costó la vida al dirigente etarra J. M. Beñarán Ordeñana, Argala, cometido en Anglet el 21 del diciembre de 1978, en el quinto aniversario del asesinato de Carrero. El dirigente etarra había sido uno de los cerebros del atentado contra el delfín de Franco.


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