Continúan los homenajes a
Alanna Lockward
Mi relación con Alanna no nace de encuentros en la academia sino de derivados del mundillo del arte. Estos derivados del contexto del mundo del arte al que accedí durante mis primeros años en Inglaterra, donde se generaron unas conexiones bastante cercanas con una series de artistas hispano-parlantes (que después se pasarían como tanto otros a las filas del comisariado) de América Latina y que formaban una coalición de mexicanos de DF, Bogotá y Cali, Colombia. Gente a los que conocí cuando eran muy jóvenes. Casi todos estudiando en instituciones muy prestigiosas y caras. A un grupo de ellos lo invité a exponer y experimentar en el espacio que llevaba -y que aún llevo con mi ex compañero y varios artistas independientes con base en Londres- Five Years. De este grupo -por entonces llamado 24/7- una década después, una ex -participante que ya andaba de vuelta en Bogotá y se había transformado en galerista de arte, me escribió un email para ver si acogía en mi casa (sin habitaciones de invitados ni nada más que un par de colchones en el piso) a su amiga Alanna. Y así fue, acepté, porque así es mi carácter sin saber nada más, simplemente esa solidaridad que se genera con gente a la que has conocido y con la que has compartido durante mucho tiempo, relaciones amistosas aunque no sean amigos de verdad.
La química con Alanna fue inmediata. Conversamos un montón y la seguí a Goldsmiths donde ella iba a dar una conferencia en el Departamente de Estudios Post-Coloniales. Su lectura me inspiró mucho y me pareció muy relevante que existiera ese espacio en la Academia para poder discutir y meditar sobre el tema colonial, en especial el asunto de de-coloniarse que Alanna trataba en relación al cuerpo del ser “negro”, o Black.
Como tengo dislexia y soy autodidacta, existe mucha información en mi, que navega por células plegadas más allá de los rincones de mi cerebro. En aquella época no era como soy hoy día una cuasi académica en ciernes (con un máster en investigación sobre filosofía y estudios críticos, adquirido a los meros 57 en 2017) sino una desescolarizada en toda regla. Sin título alguno, no más que prácticas intensas en proyectos auto-constituyentes de proporciones modestas y subterráneas. Y ha sido ahora, abriendo libros amarillentos y llenos de subrayados, etc. que habitaban mi estantería en Barcelona, que me doy cuenta de que ya había leído sobre Fanon, sobre Aimé Cesaire… sobre Descolonizarse, sobre los Tristes Trópicos y sobre cómo de hecho fueron los etnógrafos y antropólogos que se “revelaron” contra el eurocentrismo de su campo. Que eran los Levi Strausses que al conectar auralmente con los pueblos indígenas de sus estudios se iluminaron contra su propia tradición, inspirados por revelaciones de peyote o simplemente porque ya tocaba. Ellos abrían los caminos de autocrítica, incluso de total erradicación de la idea de ser Humano, desde entonces vinculada a una versión supremacista, burguesa y patriarcal Europea. Precisamente el libro fue traducido del francés al castellano y lo leí en 1987, época en la que quería irme a vivir al norte de Africa, para reconectar con mis raíces perdidas Andalusíes. Aunque acabara varada en Sevilla que también fue una gran fuente de revelación en mi búsqueda.
Mi condición de disléxica y desmemoriada (al contrario del personaje de Borges, Funes el memorioso) convierte mi día a día en una suerte de tábula rasa y muchos pueden sentir que le hablan a un ente vacío o más bien torpe, que no me entero, o que no sé. De cierta forma es verdad. Pero no lo es de hecho. En realidad, son los otros los que siempre nos sitúan en sus baremos, en sus sesgos y prejuicios, cuya limitaciones tan atrincheradas por supuesto no querrán si quiera relativizar. En realidad, sin poder recordar no podemos probar. Son los libros como este, recién desempolvado, llenos de puntos y de rayas, los que comprueban que muchas ideas habían florecido ya, generado jardines interiores. Este es el caso del tema e idea de descolonización y también sobre el racismo invisible o inconsciente, que es una de las aportaciones que Alanna y su trabajo conseguían levantar a la altura de gran cuestión, gran pregunta o gran acusación. Releyendo este libro tan antiguo comprendo mucho mejor porque era posible empatizar, entrar en esas causas y básicamente sumarme a las ideas de Alanna, a sus propuestas. Pensamientos y preguntas sobre la descolonización, ya había entrado en mi sistema neuro-linguistico décadas atrás, varios autores y varios libros, todos a mediados de los años 80’s. A través de estos textos, me llegaban los de Fanón o de Cesaire.
Y con ellos y con otros, una idea que me había obsesionado y que continúa haciéndolo respecto a los varios niveles de co-optación sufrida por la España Católico Romana Fascista en la que crecí y de su simultaneo poder de despersonalizarnos con dietas de cultura Norte Americana a grandes dosis pactadas con el Plan Marshal. Lo nuestro no será estrictamente racial como se sitúa a lo negro, a lo indígena en las corrientes actuales de reclamaciones y de las tristes apropiaciones que conllevan por parte de la élite mestiza blanca de América Latina ( al como eran aquellos supuestos amigos de 24/7…) pero de hecho sí lo es, aunque sea como de un blanco sobre blanco. Que significa sino ser juzgado por no tener “sangre pura”? Ser espiado, acusado? Mi memoria en rosario de traumas lo conoce, me lo transmiten mis ancestros y lo descubro hoy con los estudios sobre la epigeneis.
Y también es hoy en día en re-escenificación karmica, que aún me persiguen descendientes de aquellos que implementaban la Santa Inquisición a mis ancestros, para acusarme falsamente de racista, para perseguirme a mí y a mi trabajo, reírse, decir que soy una Blanca Española o una Euroblanca, con ello re-colonizandome desde su Virreinato suramericano colonial. De este caso también hablamos con Alanna, ella me decía: Acusar no es activismo, acusar es retórica. Y bien que lo era y lo sigue siendo, un espíritu fascistoide narcisista que toma las almas de tanta gente que se siente culpable, que se deja avasallar y como que pide que la fustiguen, y pagan para ello, en los museos y galerías de prestigio.
Cuanta memoria perdida, sí, y no sólo la mía. Pero cuanta repetición del abuso de poder, del ataque de los poderosos a los más débiles. De la estigmatización. Hay estudios profundos sobre ese espíritu de la Inquisición que pervive en el ser Hispano. Quizás un alto para sugerir que si eso es así, ser Hispano será ser Inquisidor, cotilla, cocinero de falsos testimonios, acusador de vecinos para ganancia propia, todo independientemente de raza y color. Cómo decía el historiador del judaísmo catalán, Manuel Forcano : “ Forcano, como otros estudiosos, sostiene que la mayor parte de judeocatalanes permanecieron en Catalunya como criptojudíos. El miedo y las técnicas de espionaje y delación de la Inquisición han dejado una profunda huella en el carácter de los españoles: el miedo a la denuncia, la intromisión sin pudor en la vida ajena, la interiorización de la culpa, la difamación como venganza... Tenían que demostrar su inocencia, que no eran criptojudíos, y cualquier señal les estigmatizaba, les llevaba a la detención, a la tortura, al juicio y a la hoguera.”
Nuestro caso de blanquitud otra, es etnográfico, es socio-político y es brutal por razones no menos importantes. España hoy día es el segundo lugar en el mundo después de Camboya con más fosas comunes. Qué es un cuerpo y una piel que no se reconoce en un ente político-social que es su dueño, lo posee, lo limita y de hecho lo ha producido? Cómo se vive al querer salir de esa prisión que era y es España? Y cómo se vive si en Europa no se encuentra más que alineación? Queremos ser como ellos? Quienes somos entonces sino unos perdidos, unos eternos perdedores, unos nada nadie? Todas estas preguntas las hago ahora para Alanna, para todas las conversaciones que no podremos tener, a no ser que encienda un vela, inciensos y medite para “percibir-la”.
En mi último encuentro con Alanna, casi diez años después del primero, tuvimos la oportunidad de comentar esto precisamente: el cómo cada uno de nosotros se cree un centro de un problema racial o étnico -por ejemplo, se siente colonizado o tiene a “blancxs” más blancos que uno mismo a los que mirar con resentimiento y contra los que sentir verdadera fobia y miedo. Y a la vez, todo ello, para despertar a la realidad de una relatividad infinita: que siempre hay gente que también nos ve a nosotros más blancos y más privilegiados, lo que usualmente le sucedía a ella, por ser muy blanca y mestiza y a mí, por ser del sur mediterráneo subalterna a los rubios del norte donde habito, pero no respecto a ella por ejemplo, respecto a los personajes e historias que Alanna nos narraba en aquella aula de Goldsmiths en 2011 o en la enorme sala del edificio del Rivington Place durante su Be-Bop en Atmothsphere 2018.
Fue precisamente durante este Be-Bop/18 que pudimos asistir a las peleas entre mujeres de “color” de las más oscuras versus las más claras, las más oscuras atrincheradas en su dolor, sin dar derecho a las más pálidas a siquiera poder legitimarse en su existencia. Todas acusando a las otras de sus varios y distintos privilegios. De toda la miríada, el eje Clase nunca se nombró. Teniendo en cuenta que había justo atendido unos meses antes a una lectura de la activista sudafricana Pumla Gobodo-Madikizela en IAS en el campus de la Universidad de Londres, sobre la reconciliación y la posibilidad del compartir el dolor, estas escenas eran muy preocupantes. No se percibía solidaridad entre estas mujeres tan dispuestas a asumir sobre sus hermanas a las que desconocían más allá de lo que estaban imaginando y construyendo en sus mentes contra ellas.
De estas peleas escribe profundamente Audre Lorde. Sobre la rabia, el enfado que nos divide, que nos paraliza. Es duro reconocer que uno puede ser privilegiado en su contexto originario al encontrarse con la herida narcisista ante la indiferencia estructural de Europa, de Alemania con su mentalidad tan cuadrada o de UK con su psico-rigidismo cruel o de la Francia chauvinista hasta donde cualquier taxista te insulta sin el menor problema. Pero en aquella sala, existían mujeres bellísimas, de color, con una educación y una exquisitez (el acento “posh inglés es intransferible” y un ser Británicas (por ende y a muchos niveles superior por defecto) que muchas blanquitas mediocres y pobretonas ya quisiéramos para nosotras. Al fin y al cabo, sus familias su grandes casas, sus viajes en avión privado y helicóptero, su tener una veintena de cuerpos a su servicio, su haber estudiado en el Ladies College, Oxford, Cambrigde, La Ruskin o el Royal College of Art, suele borrarse cuando sólo se habla de raza. Tristemente es a ellas a las que toca ser premiadas, ocupar cargos, salir en las revistas. No a sus tatas, a sus criadas, no a sus “hermanas” del escándalo del Windrush, expulsadas con 70 años hoy día. Y desde luego no y nunca sabrán que es habitar en edificios del estado para pobres ( yo viví en uno siete años) que se pueda quemar enterito como los del Grenfell Tower. Pero de esto tampoco se hablaba. Mi intuición es que en general todas y cada una de las que estaban ahí eran de clase media alta o muy alta. Quizás un par de inglesas de clase trabajadora o como en mi caso que soy de clase trabajadora media baja. Mi eterna fobia a la burguesía, detectaba el problema de siempre en el contexto del mundo del arte, es siempre lo mismo. Culpabilidades entre gente que “tiene el tiempo para tirarse los trapos a la cabeza” pero no construyen nada, no consiguen transcender a la sociedad y a lo útil. Se acercan a la noción de hacer “caridad” no auto-instituyen no consiguen más que la cartelera suba algunas variantes, que cambie como decía Leopardi en el Gatopardo “para que nada cambie”. Por lo visto, esa injusticia estructural sólo la vemos las antiguas y pesadas Marxistas como yo, una Marxista sin partido ni militancia, una anarco punk marxista del pasado? Ni lo sé.
Alanna que con su talento y con su privilegio se tambaleaba cuando se sentía frustrada e impaciente ante las blancas alemanas, por no estar allá arriba a lo más alto cómo de donde provenía en Dominicana. Su frustración a tener que esperar un reconocimiento que no se traducía del que tenía en su país. Sufrir ante el provincialismo de las niñas blancas en la academia. Una gran injusticia socio-cultural, seguro. Aunque la verdad es que la implementan los mismos snob elitistas de cada uno de nuestros propios y subalternos países cada vez que se postran ante el hombre/mujer (artista o académico blanco) Alemán, Norte-Americano, Francés, Holandes o Ingles. Esa es la costumbre y tradición, al menos en todos los países hispanos de ambos lados del atlántico, ponerse siempre debajo, seguir y aceptar el canon que nos aplican.
Pero también, es esa mirada resentida que comparto con ella desde Londres en la Pérfida Albión, porque aunque no fuera “tan” privilegiada como Alanna en mi contexto social de origen, sí que había sido anulada en Londres, ninguno de mis “achievements” como artista traducían en esta tierra. Si no me sucedió como a Fanón en Francia cuando un niño le dijo a su mamá mira.. un “negro”, sí me sucedió como a mi misma reflejo físico de los perseguidos por excelencia y demonizados judíos: Mira mamá dijo el niño blanco inglés a su madre señalándome, Una Bruja! Look Mum a Witch! En el metro de Londres. Que significa parecer bruja? Que se requiere físicamente para “ser llamada Bruja”? Si miramos los dibujos de Andersen con rubitas blancas de naricillas diminutas y vemos el aspecto de la Bruja de Blancanieves, o simplemente hemos visto demonios en las Biblías, veremos todas y cada una de las facciones Semitas. Y eso no es casual, tenía una razón de ser. Un sentido práctico. Pero bueno, esa es “mi historia” no coincide con la lucha Cimarrona, aunque sabemos que muchas veces la Biblia del antiguo testamento influenció e inspiró a los esclavos en profundo sufrimiento y les dio esperanza, porque también ellos fueron pueblo elegido.
Sobre Alanna, hablamos del mundo del arte, un lugar tóxico y más que podrido. Podrido de forma transversal y en micro casos o macro casos, Alanna conocía todos y cada uno de mis percances. Cómo Alanna pudo conseguir navegarlo empoderar lugares, espacios y atención, es en su caso un logro que radica en su especial magia personal, en su militancia de base. Su ser era un compromiso con su causa y era un militar-la. Ella era la “vita activa” de la que nos hablaba Hannah Arendt. Así pues, el encuentro con Alanna (o la intersección como muchos pueden añadir) también residía de alguna forma, en que ambas éramos tachadas de “blancas” a la vez que sufríamos a manos de las estructuras blancas anglo-hispanas-católicas. No lo llegamos a comentar nunca, pero eso he pensado ante lo que pude comprobar durante las intensas sesiones de su último Be-Bop en Londres. Ese ser un poco de todo, nunca ser totalidad y contener variaciones y mezclas.
Por ejemplo, todo mi trabajo -que al no ocurrir dentro de la formalidad de la academia queda como colgado en la periferia de mi vida privada- en relación con todos mis estudios sobre desvelar y revelar que mi familia completa es toda restos migrantes u ocultos de la conquista al Al-Andalus. De la persecución y asimilación forzada y de la a-aculturación consecuente, junto con la erradicación de todos los judíos, más antiguos y asentados, de su forzosa conversión. De su tener que “ocultar” su ser completo, la heredada herida en rasgos físicos y en enfermedades-traumas de mis familiares, resonaban con la hermenéutica de Alanna. En su novela sobre las hermanas Marasa o la Nada, el posible desprecio del Dominicano a su propia negritud, a su ser vecino hermano primo del Haití que ella tanto quería facilitar.
Por supuesto, ella comprendía estos encuentros casi paradojas de lo que se ha producido tanto en su Santo Domingo (aún con orgullos supremacistas de hispanidad y catolicismo donde su familia protestante refresca y le abre las miras a la llamada a la desobediencia) como en mi Barcelona, con todo ese peso, ese dolor de judería exterminada, de emigrantes inadaptados y de nuestra guerra civil con el fascismo como ente “colonizador” y opresor.
Y todo eso aún sin nombrar el feminismo. Creo que ambas éramos feministas deslocalizadas, porque no habíamos sido muy acogidas por grupos y generaciones que nos llegaban a contra-pelo. Ser feminista por ciertos principios pero ser de una suerte de generación X entre los dos feminismos más reconocidos hasta ahora. A la vez queda claro por todas las alianzas que Alanna supo formar, que era feminista y que practicaba la actitud de intersección, porque era abierta y veía más allá de lo que ella denominaba “retóricas”. Un feminismo de lo “personal” es político, pero a la vez comprometido con los estudios, con la búsqueda entre los escritos y el legado de tantas activistas. Alanna siendo fuente a su vez, escritora ante todo. Es por ello que para mí la fuerza de Alanna se ve en su ser periodista, hacer documental, escribir novela, acabar su doctorado Magna Cum Laude. Creo en la Alanna que transcienda el mundo del arte, que llegue a las gentes de todo tipo y los nutra con su militancia incansable.
Alanna ejemplo liberado del mercado del espectáculo, Alanna super doctora y científica sobre todos y cada uno de sus temas y sus activismos. Como luchadora su frenética y productiva vida la acercó a la orilla del otro lado. Llevaba “las botas puestas” y pido perdón si esta frase viene de tradición blanca y colonial, sigue gustándome porque al fin y al cabo todos los soldados, lo son de plomo, son pobres foot soldiers y son también carne de cañon. Y cuando uno se pone y se entrega en cuerpo y alma a militar deviene foot soldier, deja los despachos, deja las cenas y las celebraciones, se va al frente. Ahí nos queda Alanna. Al frente, en el Frente.
Alanna Lockward
Esther Planas Balduz (Londres)
Mi relación con Alanna no nace de encuentros en la academia sino de derivados del mundillo del arte. Estos derivados del contexto del mundo del arte al que accedí durante mis primeros años en Inglaterra, donde se generaron unas conexiones bastante cercanas con una series de artistas hispano-parlantes (que después se pasarían como tanto otros a las filas del comisariado) de América Latina y que formaban una coalición de mexicanos de DF, Bogotá y Cali, Colombia. Gente a los que conocí cuando eran muy jóvenes. Casi todos estudiando en instituciones muy prestigiosas y caras. A un grupo de ellos lo invité a exponer y experimentar en el espacio que llevaba -y que aún llevo con mi ex compañero y varios artistas independientes con base en Londres- Five Years. De este grupo -por entonces llamado 24/7- una década después, una ex -participante que ya andaba de vuelta en Bogotá y se había transformado en galerista de arte, me escribió un email para ver si acogía en mi casa (sin habitaciones de invitados ni nada más que un par de colchones en el piso) a su amiga Alanna. Y así fue, acepté, porque así es mi carácter sin saber nada más, simplemente esa solidaridad que se genera con gente a la que has conocido y con la que has compartido durante mucho tiempo, relaciones amistosas aunque no sean amigos de verdad.
La química con Alanna fue inmediata. Conversamos un montón y la seguí a Goldsmiths donde ella iba a dar una conferencia en el Departamente de Estudios Post-Coloniales. Su lectura me inspiró mucho y me pareció muy relevante que existiera ese espacio en la Academia para poder discutir y meditar sobre el tema colonial, en especial el asunto de de-coloniarse que Alanna trataba en relación al cuerpo del ser “negro”, o Black.
Como tengo dislexia y soy autodidacta, existe mucha información en mi, que navega por células plegadas más allá de los rincones de mi cerebro. En aquella época no era como soy hoy día una cuasi académica en ciernes (con un máster en investigación sobre filosofía y estudios críticos, adquirido a los meros 57 en 2017) sino una desescolarizada en toda regla. Sin título alguno, no más que prácticas intensas en proyectos auto-constituyentes de proporciones modestas y subterráneas. Y ha sido ahora, abriendo libros amarillentos y llenos de subrayados, etc. que habitaban mi estantería en Barcelona, que me doy cuenta de que ya había leído sobre Fanon, sobre Aimé Cesaire… sobre Descolonizarse, sobre los Tristes Trópicos y sobre cómo de hecho fueron los etnógrafos y antropólogos que se “revelaron” contra el eurocentrismo de su campo. Que eran los Levi Strausses que al conectar auralmente con los pueblos indígenas de sus estudios se iluminaron contra su propia tradición, inspirados por revelaciones de peyote o simplemente porque ya tocaba. Ellos abrían los caminos de autocrítica, incluso de total erradicación de la idea de ser Humano, desde entonces vinculada a una versión supremacista, burguesa y patriarcal Europea. Precisamente el libro fue traducido del francés al castellano y lo leí en 1987, época en la que quería irme a vivir al norte de Africa, para reconectar con mis raíces perdidas Andalusíes. Aunque acabara varada en Sevilla que también fue una gran fuente de revelación en mi búsqueda.
Mi condición de disléxica y desmemoriada (al contrario del personaje de Borges, Funes el memorioso) convierte mi día a día en una suerte de tábula rasa y muchos pueden sentir que le hablan a un ente vacío o más bien torpe, que no me entero, o que no sé. De cierta forma es verdad. Pero no lo es de hecho. En realidad, son los otros los que siempre nos sitúan en sus baremos, en sus sesgos y prejuicios, cuya limitaciones tan atrincheradas por supuesto no querrán si quiera relativizar. En realidad, sin poder recordar no podemos probar. Son los libros como este, recién desempolvado, llenos de puntos y de rayas, los que comprueban que muchas ideas habían florecido ya, generado jardines interiores. Este es el caso del tema e idea de descolonización y también sobre el racismo invisible o inconsciente, que es una de las aportaciones que Alanna y su trabajo conseguían levantar a la altura de gran cuestión, gran pregunta o gran acusación. Releyendo este libro tan antiguo comprendo mucho mejor porque era posible empatizar, entrar en esas causas y básicamente sumarme a las ideas de Alanna, a sus propuestas. Pensamientos y preguntas sobre la descolonización, ya había entrado en mi sistema neuro-linguistico décadas atrás, varios autores y varios libros, todos a mediados de los años 80’s. A través de estos textos, me llegaban los de Fanón o de Cesaire.
Y con ellos y con otros, una idea que me había obsesionado y que continúa haciéndolo respecto a los varios niveles de co-optación sufrida por la España Católico Romana Fascista en la que crecí y de su simultaneo poder de despersonalizarnos con dietas de cultura Norte Americana a grandes dosis pactadas con el Plan Marshal. Lo nuestro no será estrictamente racial como se sitúa a lo negro, a lo indígena en las corrientes actuales de reclamaciones y de las tristes apropiaciones que conllevan por parte de la élite mestiza blanca de América Latina ( al como eran aquellos supuestos amigos de 24/7…) pero de hecho sí lo es, aunque sea como de un blanco sobre blanco. Que significa sino ser juzgado por no tener “sangre pura”? Ser espiado, acusado? Mi memoria en rosario de traumas lo conoce, me lo transmiten mis ancestros y lo descubro hoy con los estudios sobre la epigeneis.
Y también es hoy en día en re-escenificación karmica, que aún me persiguen descendientes de aquellos que implementaban la Santa Inquisición a mis ancestros, para acusarme falsamente de racista, para perseguirme a mí y a mi trabajo, reírse, decir que soy una Blanca Española o una Euroblanca, con ello re-colonizandome desde su Virreinato suramericano colonial. De este caso también hablamos con Alanna, ella me decía: Acusar no es activismo, acusar es retórica. Y bien que lo era y lo sigue siendo, un espíritu fascistoide narcisista que toma las almas de tanta gente que se siente culpable, que se deja avasallar y como que pide que la fustiguen, y pagan para ello, en los museos y galerías de prestigio.
Cuanta memoria perdida, sí, y no sólo la mía. Pero cuanta repetición del abuso de poder, del ataque de los poderosos a los más débiles. De la estigmatización. Hay estudios profundos sobre ese espíritu de la Inquisición que pervive en el ser Hispano. Quizás un alto para sugerir que si eso es así, ser Hispano será ser Inquisidor, cotilla, cocinero de falsos testimonios, acusador de vecinos para ganancia propia, todo independientemente de raza y color. Cómo decía el historiador del judaísmo catalán, Manuel Forcano : “ Forcano, como otros estudiosos, sostiene que la mayor parte de judeocatalanes permanecieron en Catalunya como criptojudíos. El miedo y las técnicas de espionaje y delación de la Inquisición han dejado una profunda huella en el carácter de los españoles: el miedo a la denuncia, la intromisión sin pudor en la vida ajena, la interiorización de la culpa, la difamación como venganza... Tenían que demostrar su inocencia, que no eran criptojudíos, y cualquier señal les estigmatizaba, les llevaba a la detención, a la tortura, al juicio y a la hoguera.”
Nuestro caso de blanquitud otra, es etnográfico, es socio-político y es brutal por razones no menos importantes. España hoy día es el segundo lugar en el mundo después de Camboya con más fosas comunes. Qué es un cuerpo y una piel que no se reconoce en un ente político-social que es su dueño, lo posee, lo limita y de hecho lo ha producido? Cómo se vive al querer salir de esa prisión que era y es España? Y cómo se vive si en Europa no se encuentra más que alineación? Queremos ser como ellos? Quienes somos entonces sino unos perdidos, unos eternos perdedores, unos nada nadie? Todas estas preguntas las hago ahora para Alanna, para todas las conversaciones que no podremos tener, a no ser que encienda un vela, inciensos y medite para “percibir-la”.
En mi último encuentro con Alanna, casi diez años después del primero, tuvimos la oportunidad de comentar esto precisamente: el cómo cada uno de nosotros se cree un centro de un problema racial o étnico -por ejemplo, se siente colonizado o tiene a “blancxs” más blancos que uno mismo a los que mirar con resentimiento y contra los que sentir verdadera fobia y miedo. Y a la vez, todo ello, para despertar a la realidad de una relatividad infinita: que siempre hay gente que también nos ve a nosotros más blancos y más privilegiados, lo que usualmente le sucedía a ella, por ser muy blanca y mestiza y a mí, por ser del sur mediterráneo subalterna a los rubios del norte donde habito, pero no respecto a ella por ejemplo, respecto a los personajes e historias que Alanna nos narraba en aquella aula de Goldsmiths en 2011 o en la enorme sala del edificio del Rivington Place durante su Be-Bop en Atmothsphere 2018.
Fue precisamente durante este Be-Bop/18 que pudimos asistir a las peleas entre mujeres de “color” de las más oscuras versus las más claras, las más oscuras atrincheradas en su dolor, sin dar derecho a las más pálidas a siquiera poder legitimarse en su existencia. Todas acusando a las otras de sus varios y distintos privilegios. De toda la miríada, el eje Clase nunca se nombró. Teniendo en cuenta que había justo atendido unos meses antes a una lectura de la activista sudafricana Pumla Gobodo-Madikizela en IAS en el campus de la Universidad de Londres, sobre la reconciliación y la posibilidad del compartir el dolor, estas escenas eran muy preocupantes. No se percibía solidaridad entre estas mujeres tan dispuestas a asumir sobre sus hermanas a las que desconocían más allá de lo que estaban imaginando y construyendo en sus mentes contra ellas.
De estas peleas escribe profundamente Audre Lorde. Sobre la rabia, el enfado que nos divide, que nos paraliza. Es duro reconocer que uno puede ser privilegiado en su contexto originario al encontrarse con la herida narcisista ante la indiferencia estructural de Europa, de Alemania con su mentalidad tan cuadrada o de UK con su psico-rigidismo cruel o de la Francia chauvinista hasta donde cualquier taxista te insulta sin el menor problema. Pero en aquella sala, existían mujeres bellísimas, de color, con una educación y una exquisitez (el acento “posh inglés es intransferible” y un ser Británicas (por ende y a muchos niveles superior por defecto) que muchas blanquitas mediocres y pobretonas ya quisiéramos para nosotras. Al fin y al cabo, sus familias su grandes casas, sus viajes en avión privado y helicóptero, su tener una veintena de cuerpos a su servicio, su haber estudiado en el Ladies College, Oxford, Cambrigde, La Ruskin o el Royal College of Art, suele borrarse cuando sólo se habla de raza. Tristemente es a ellas a las que toca ser premiadas, ocupar cargos, salir en las revistas. No a sus tatas, a sus criadas, no a sus “hermanas” del escándalo del Windrush, expulsadas con 70 años hoy día. Y desde luego no y nunca sabrán que es habitar en edificios del estado para pobres ( yo viví en uno siete años) que se pueda quemar enterito como los del Grenfell Tower. Pero de esto tampoco se hablaba. Mi intuición es que en general todas y cada una de las que estaban ahí eran de clase media alta o muy alta. Quizás un par de inglesas de clase trabajadora o como en mi caso que soy de clase trabajadora media baja. Mi eterna fobia a la burguesía, detectaba el problema de siempre en el contexto del mundo del arte, es siempre lo mismo. Culpabilidades entre gente que “tiene el tiempo para tirarse los trapos a la cabeza” pero no construyen nada, no consiguen transcender a la sociedad y a lo útil. Se acercan a la noción de hacer “caridad” no auto-instituyen no consiguen más que la cartelera suba algunas variantes, que cambie como decía Leopardi en el Gatopardo “para que nada cambie”. Por lo visto, esa injusticia estructural sólo la vemos las antiguas y pesadas Marxistas como yo, una Marxista sin partido ni militancia, una anarco punk marxista del pasado? Ni lo sé.
Alanna que con su talento y con su privilegio se tambaleaba cuando se sentía frustrada e impaciente ante las blancas alemanas, por no estar allá arriba a lo más alto cómo de donde provenía en Dominicana. Su frustración a tener que esperar un reconocimiento que no se traducía del que tenía en su país. Sufrir ante el provincialismo de las niñas blancas en la academia. Una gran injusticia socio-cultural, seguro. Aunque la verdad es que la implementan los mismos snob elitistas de cada uno de nuestros propios y subalternos países cada vez que se postran ante el hombre/mujer (artista o académico blanco) Alemán, Norte-Americano, Francés, Holandes o Ingles. Esa es la costumbre y tradición, al menos en todos los países hispanos de ambos lados del atlántico, ponerse siempre debajo, seguir y aceptar el canon que nos aplican.
Pero también, es esa mirada resentida que comparto con ella desde Londres en la Pérfida Albión, porque aunque no fuera “tan” privilegiada como Alanna en mi contexto social de origen, sí que había sido anulada en Londres, ninguno de mis “achievements” como artista traducían en esta tierra. Si no me sucedió como a Fanón en Francia cuando un niño le dijo a su mamá mira.. un “negro”, sí me sucedió como a mi misma reflejo físico de los perseguidos por excelencia y demonizados judíos: Mira mamá dijo el niño blanco inglés a su madre señalándome, Una Bruja! Look Mum a Witch! En el metro de Londres. Que significa parecer bruja? Que se requiere físicamente para “ser llamada Bruja”? Si miramos los dibujos de Andersen con rubitas blancas de naricillas diminutas y vemos el aspecto de la Bruja de Blancanieves, o simplemente hemos visto demonios en las Biblías, veremos todas y cada una de las facciones Semitas. Y eso no es casual, tenía una razón de ser. Un sentido práctico. Pero bueno, esa es “mi historia” no coincide con la lucha Cimarrona, aunque sabemos que muchas veces la Biblia del antiguo testamento influenció e inspiró a los esclavos en profundo sufrimiento y les dio esperanza, porque también ellos fueron pueblo elegido.
Sobre Alanna, hablamos del mundo del arte, un lugar tóxico y más que podrido. Podrido de forma transversal y en micro casos o macro casos, Alanna conocía todos y cada uno de mis percances. Cómo Alanna pudo conseguir navegarlo empoderar lugares, espacios y atención, es en su caso un logro que radica en su especial magia personal, en su militancia de base. Su ser era un compromiso con su causa y era un militar-la. Ella era la “vita activa” de la que nos hablaba Hannah Arendt. Así pues, el encuentro con Alanna (o la intersección como muchos pueden añadir) también residía de alguna forma, en que ambas éramos tachadas de “blancas” a la vez que sufríamos a manos de las estructuras blancas anglo-hispanas-católicas. No lo llegamos a comentar nunca, pero eso he pensado ante lo que pude comprobar durante las intensas sesiones de su último Be-Bop en Londres. Ese ser un poco de todo, nunca ser totalidad y contener variaciones y mezclas.
Por ejemplo, todo mi trabajo -que al no ocurrir dentro de la formalidad de la academia queda como colgado en la periferia de mi vida privada- en relación con todos mis estudios sobre desvelar y revelar que mi familia completa es toda restos migrantes u ocultos de la conquista al Al-Andalus. De la persecución y asimilación forzada y de la a-aculturación consecuente, junto con la erradicación de todos los judíos, más antiguos y asentados, de su forzosa conversión. De su tener que “ocultar” su ser completo, la heredada herida en rasgos físicos y en enfermedades-traumas de mis familiares, resonaban con la hermenéutica de Alanna. En su novela sobre las hermanas Marasa o la Nada, el posible desprecio del Dominicano a su propia negritud, a su ser vecino hermano primo del Haití que ella tanto quería facilitar.
Por supuesto, ella comprendía estos encuentros casi paradojas de lo que se ha producido tanto en su Santo Domingo (aún con orgullos supremacistas de hispanidad y catolicismo donde su familia protestante refresca y le abre las miras a la llamada a la desobediencia) como en mi Barcelona, con todo ese peso, ese dolor de judería exterminada, de emigrantes inadaptados y de nuestra guerra civil con el fascismo como ente “colonizador” y opresor.
Y todo eso aún sin nombrar el feminismo. Creo que ambas éramos feministas deslocalizadas, porque no habíamos sido muy acogidas por grupos y generaciones que nos llegaban a contra-pelo. Ser feminista por ciertos principios pero ser de una suerte de generación X entre los dos feminismos más reconocidos hasta ahora. A la vez queda claro por todas las alianzas que Alanna supo formar, que era feminista y que practicaba la actitud de intersección, porque era abierta y veía más allá de lo que ella denominaba “retóricas”. Un feminismo de lo “personal” es político, pero a la vez comprometido con los estudios, con la búsqueda entre los escritos y el legado de tantas activistas. Alanna siendo fuente a su vez, escritora ante todo. Es por ello que para mí la fuerza de Alanna se ve en su ser periodista, hacer documental, escribir novela, acabar su doctorado Magna Cum Laude. Creo en la Alanna que transcienda el mundo del arte, que llegue a las gentes de todo tipo y los nutra con su militancia incansable.
Alanna ejemplo liberado del mercado del espectáculo, Alanna super doctora y científica sobre todos y cada uno de sus temas y sus activismos. Como luchadora su frenética y productiva vida la acercó a la orilla del otro lado. Llevaba “las botas puestas” y pido perdón si esta frase viene de tradición blanca y colonial, sigue gustándome porque al fin y al cabo todos los soldados, lo son de plomo, son pobres foot soldiers y son también carne de cañon. Y cuando uno se pone y se entrega en cuerpo y alma a militar deviene foot soldier, deja los despachos, deja las cenas y las celebraciones, se va al frente. Ahí nos queda Alanna. Al frente, en el Frente.
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